Fernández, C. (2013). De vestidos y cuerpos. Medellín: UPB.
En 1906, Wilhelm Voigt, nada más salir de la cárcel, adquirió un uniforme de capitán en una tienda de empeños y ordenó a diez soldados que lo siguieran para cumplir con “ordenes de la superioridad”. Tomó el tranvía que iba al ayuntamiento de Koepenick, encarceló al alcalde por “falsificar libros contables” y vació la caja de caudales. Firmó el recibo con el nombre de su último carcelero. No tenía más autoridad que la de su uniforme. Pero con eso bastó.
Stefan Haas.
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